El semáfomoro está en rojo. Un stop aprovechado por unos muchachos que saltan sobre el paso de zebra. A mi lado apareces con una expresión desgastada, congelada. Me has pedido que baje la ventanilla del auto y con un simple movimiento de tus dedos te hago caso. Traes el rostro sucio. Me pregunto cuántas horas llevas sentado en esa fría esquina. Extiendo mis brazos para poder abrigarte; tú huyes. Parece que no estás acostumbrado a recibir caricias.
El conductor me pide que apure; yo no oigo más el tráfico. He preguntado por tu nombre y tú has vuelto el cuello a un adulto sentado bajo un poste. Aflojo la mano y se escurren dos piezas de pan. Pido que te cuides y que vayas a la escuela. Sólo te ha quedado asentir con la cabeza.
Un pie en el acelerador. Tú te pierdes en la niebla gris de la combustión.
¿Lo último que vi de ti? Cuando el señor te pegaba un coscorrón. Mi mano debió aflojar monedas en lugar de pan.
El conductor me pide que apure; yo no oigo más el tráfico. He preguntado por tu nombre y tú has vuelto el cuello a un adulto sentado bajo un poste. Aflojo la mano y se escurren dos piezas de pan. Pido que te cuides y que vayas a la escuela. Sólo te ha quedado asentir con la cabeza.
Un pie en el acelerador. Tú te pierdes en la niebla gris de la combustión.
¿Lo último que vi de ti? Cuando el señor te pegaba un coscorrón. Mi mano debió aflojar monedas en lugar de pan.
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Me uno a la campaña celebrada a nivel mundial. ¡No más trabajo infantil!
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