Es en el nacimiento del día que recuerdo a aquella muchacha caminante, quien vacilante ponía los pies en el agua. Quería comprobar la historia. Trazaría la ruta de quienes vivieron emocionantes mitos y leyendas. Se vendaría los ojos en ensayo de aceleración y –aunque en aparente silencio- compartiría con el ritmo de los tambores un salto inesperado. Una réplica de luz brillante que parte el cielo y la tierra y llena de vacío su entorno. Reina proclamada por cinco súbditos, la caminante, aferrada a la idea de de victoria, respiraría.
¡Alto al fuego! –gritaría, para luego utilizar la manzana de adán como proyectil de cañón. Sería ella, caminante inagotable, quien con sangre representaría aquello inexpresable con letras. Con el nacimiento de cada día, aquélla -vacilante- pondría los pies en el agua. Querría comprobar la historia. Inútil, advertirle sobre los peligros que en sus senderos existirían ó sobre los funestos finales que eventualmente recibiría. La caminante vacilante, aferrada a la idea de victoria, sin pesar alguno reanudaría el fuego. Marco pluri-colorido que de trazo en trazo despierta la envidia de los hombres.
Los cinco súbditos de la reina caminante marcharían a su lado y ella nunca comprendería su status, pensaría que como pares los seis encontrarían el tesoro perdido. ¿Qué encontraría la caminante vacilante al poner los pies en el agua en el nacimiento de cada nuevo día? ¿Comprobaría la historia? Conocedora de las artes utilizadas en la guerra, la caminante vacilante cabalgaría con bandera de tregua, ondeando sus caderas sobre los llanos de su enemigo. Vastas las dunas y los desiertos que llenó aquélla de intelecto. La reina convertida en llanto de santa inundaría sus senderos de ríos y lagos con caídas de agua, quizá peligrosas.
Vacilante, la caminante, pondría los pies en el agua con el nacimiento del nuevo día. Querría comprobar la historia. ¿Habría encontrado, nuestra vacilante, el punto que enciende la luz en relámpago? Quedaría trazado el recuerdo de un vástago encuentro campal. La bandera que ondearía en el aire, nuestra caminante vacilante, sería la de la victoria y en su peso se agregaría la muerte. Los cinco súbditos de la reina caminante celebrarían la derrota del enemigo más no la victoria de un modelo justo. Aire enralecido, imposible distinguir entre blanco y negro. Caos y silencio.
1 comentario:
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